ISLA REUNIÓN: Tres mañanas en la escuela de Ballenas

Para contarles a los demás las experiencias en nuestras inmersiones o en nuestras reuniones en tierra.
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Izen
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ISLA REUNIÓN: Tres mañanas en la escuela de Ballenas

#1 Mensaje por Izen »

"Moles inmensas levitando en el azul. Sujetan a sus crías en la delgada frontera entre el mar y el aire que les da vida. Un nueva generación crece en aguas protegidas de los peligros que pronto acecharán a estos legendarios navegantes"
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Una modesta isla del Índico, al este de Madagascar, en el archipiélago de las Mascareñas ... Reunión. Donde un activo volcán de 2.632 metros de altitud suele despertarse con una frecuencia alarmantemente inusual … El Pitón de la Fournaise. Sus inmensas coladas avanzan cíclicamente hacia la costa para sepultar carreteras y detenerse, para algunos milagrosamente, al poco de traspasar la puerta de una humilde iglesia.

Tres circos volcánicos, Cilaos, Mafate y Salazie, por los que los amantes del trekking encontrarán su paraíso y el climax en el brutal ascenso del Trou de Fer. Allí, las vertiginosas paredes verticales se alzan tapizadas de un verde tan sólo interrumpido por el blanco espumoso de estrechas cascadas que se descuelgan desde las cimas. Más cercanas a la costa se extienden las grandes plantaciones de caña de azúcar y las de la valiosa y aromática vainilla. Fascinantes bosques brumosos poblados de helechos, musgo, líquenes y un sinfín de especies arbóreas distintas en los que poder perderse para intentar encontrarse en un silencio tan sólo interrumpido por el canto de los pájaros y el repiqueteo de las gotas de lluvia aterrizando sobre el tupido techo de hojas. Rodeando este fascinante escenario se encuentra el hogar elegido por los gigantes. Aquí las ballenas saltarinas, durante la época estival, guían con celo y ternura los primeros aleteos de sus vulnerables crías protegidas al abrigo de estas aguas poco profundas y templadas. Ellas son el preciado objetivo de nuestra visita, el codiciado botín que debemos tomar en este viaje.

Antes de buscar ese anhelado premio elegimos comenzar con un aperitivo submarino por Saint Leu. El lugar elegido en la costa oeste para descubrir los poco frecuentados fondos de Reunión aprovechando que traíamos todos los trastos después de bucear en la magnífica costa este sudafricana. Allí, se encuentra el punto de inmersión proclamado por algunos como el número uno de la isla. Su nombre, Tombant de la Pointe au Sel. Tras contactar con varios centros sin que accediesen a llevarnos por fin acordamos con uno de ellos, Excelsus Plongée, visitarlo en el plazo de dos días no sin antes cerciorarnos si realmente merecía la pena este empeño sobre el que me asaltaban demasiadas dudas. En esas, decidimos hacer un buceo de tanteo. Recibido el briefing de rigor nos asignan como guía improvisado a un carpintero francés y cliente habitual, con nada más y nada menos que 500 inmersiones en esta misma zona, que amablemente se ofreció a pasearnos por allí y enseñarnos con dedicación su territorio. A los diez minutos de flotar por el lugar mis previsiones comienzan a cumplirse al contemplar un arrecife devastado donde aun cuando se aprecian peces tropicales estos se muestran en un número escaso y con un tamaño inferior al de sus congéneres en otras latitudes a diferencia de lo que sucede en Tofo (Mozambique) donde mi apreciación fue justamente la opuesta. A los veinte minutos ya me encontraba pensando en que decirle a este buen hombre cuando saliese del agua para no herir su sensibilidad cuando me preguntase sobre mi impresión. Afortunadamente, no fue necesario porque me la leyó en la cara nada más salir con la máscara puesta y todo. Tras poco más de una hora de aleteo todo estaba dicho. Nos comentó que los ciclones habían perjudicado mucho los fondos y, lógicamente, al número de sus habitantes. Que podríamos visitar algún pecio pero que en cuanto a vida poco más podría esperarse salvo los sucesos milagrosos que siempre pueden darse en cualquier lugar y que muy raramente acontecen, de ahí que sean tales ... Le pregunté por las expectativas que podía formarme sobre Tombant de la Pointe au Sel y, honestamente, me dijo que vería lo mismo que acababa de presenciar por cuanto se encontraba situada junto al recorrido que habíamos realizado. Resulta curioso que en uno de los lugares del mundo donde más ataques mortales de tiburones a humanos se llevan contabilizados y donde la mayoría de las playas permanecen cerradas con llamativos carteles de advertencia para evitar que los bañistas pasen a formar parte del menú de los escualos, paradójicamente, resulte imposible encontrarlos durante las inmersiones. Así me lo hicieron saber, aun antes de llegar, asegurándome no haberse topado con ninguno por allí ante mi frustración.

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Visto lo cual y siguiendo el lema del señor de la mano en el pecho, que ya concluyó desde su vasta experiencia conquistadora que una retirada a tiempo es una victoria, cerramos las botellas, purgamos los reguladores y dimos por concluidas las actividades submarinas en las Mascareñas. Tras ello, con un té por delante, nuestro generoso guía Yves nos explicaría sobre un mapa turístico lo que podríamos visitar en superficie, que no solo resultaría interesante sino que llegaría a ser maravilloso. Oídas sus sabias indicaciones nos llegaría a ofrecer su casa para alojarnos durante nuestra estancia de una semana, lo que le agradecimos de corazón y aun cuando, lógicamente, no llegamos a aceptar la invitación si que nos dejó el buen sabor de boca de comprobar que la hospitalidad aún no se ha extinguido sobre la faz de la tierra y que, a pesar de todos los pesares, aun sigue caminando gente buena sobre ella.

Como conclusión diría que el coste de bucear en Reunión es caro y no me refiero al económico, que no lo es tanto, sino al hecho de que hacerlo te penalizará con la circunstancia de no poder visitar más tarde los inmensos circos de la isla que sobrepasan en muchos de sus puntos los 2.000 metros de altitud, raspando en algunos los 3.000, lo que supone el riesgo, difícilmente asumible, de poder tutearte con el temido fantasma de la enfermedad descompresiva. Así, puesto todo en la balanza quizás se comprenda mejor nuestra decisión de no continuar generando más burbujas y de dar paso a la exploración de los impactantes paisajes de la isla y, sobre todo, de lanzar el dardo al centro de la diana de los deseos situada, en esta ocasión, sobre las claras aguas del Índico.

Llega el tiempo de buscar a los gigantes y a su prole. La semana anterior ya habíamos tenido la fortuna de avistarlos en superficie en la costa este de Sudáfrica, Umkomaas y Protea. Allí, en aguas unos 5 grados más frías los vimos saltar junto a sus crías antes y después de las inmersiones e incluso pude, por primera vez en mi vida anfibia, tirar una foto, mala o más bien pésima, pero foto al fin y al cabo, a una de ellas que pasó fugaz e inesperadamente bajo mis pies. Ahora, en estas aguas más templadas llegaba el momento de dar un paso más, el definitivo de hacer realidad esa escena que tantas veces había bailado vestida de inalcanzable en mi fértil imaginación …

Al intentar contratar el popular tour de avistamiento tras concluir nuestra única inmersión reunionesa, nos comunica el responsable del centro de buceo que están completos hasta dentro de diez días. Un jarro de agua escarchada virtual cae granizada sobre mi cuero cabelludo pero sin darle tiempo a paralizar mis neuronas contraataco con la ancestral técnica fotosub del martillo percutor. Tras unos minutos de tira y afloja, los cielos plomizos terminan por rasgarse y se abren dando paso a fulgurantes rayos de luz. No alcanzo a escuchar la música celestial pero si consigo que nos incluyan al día siguiente en la excursión junto a otros seis afortunados snorkeleros, mucho más previsores que yo. Esa misma tarde de la víspera, desde el chiringuito de la Playa des Brisants, en Saint Gilles, asistimos al esperanzador preludio de lo que intuíamos por venir. Coincidiendo con la preciosa puesta de sol y convenientemente refrigerados con una pinta de la cerveza local Bourbon observamos a lo lejos como un par de ballenas baten con dedicación la anaranjada superficie del agua con sus grandes colas mientras son observadas de cerca desde la borda de una pequeña embarcación que flota inmóvil junto a ellas.

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Son las 07:00 horas y con puntualidad inglesa, nos plantamos en el centro ilusionados como niños con nuestras gafas y nuestro tubito. Nos probamos unos shorties de 3mm, pillamos unas aletas calzantes y a la zodiac que se hace tarde … Partimos desde el puerto Saint Leu costeando rumbo a Saint Gilles les Bains. Aquí casi todos los pueblos costeros importantes tienen nombre de santo o santa. Siendo territorio galo y basándome en los fidedignos comics de Astérix y Obélix deduzco que, probablemente, sea para invocar la protección divina de Tutatis en evitación de que el volcán haga que el cielo caiga sobre sus cabezas.

Un extenso briefing en el que nos señalan las pautas a seguir … no podemos olvidar que estamos en presencia de un ser vivo cuya criatura recién nacida ya alcanza un tamaño muy superior al del más grande de los humanos. Así que, hay que lanzarse al agua con suavidad sin impactar para evitar que se vayan - Natural. Avanzar pausadamente sin adelantar nunca al guía – Ya veremos ... Formar una línea recta a dos metros de distancia detrás de él – ¡Uuuuummmm! ... no lo veo ... No hablar en voz alta junto a los animales - ¡Hecho! y no descender en apnea para evitar que se vayan hacia el fondo - ¡Maldita sea! Todas esas horas de aguantar la respiración en la piscina para nada … Llega el tiempo de lanzar el acostumbrado conjuro ancestral fotosub denominado atractor de ballenas. Alzo mis manos, me concentro y lo invoco al tiempo que mi pepito grillo personal comienza a ponerse colorada al ver la cara de estupefacción del resto de los participantes en la salida. No mucho más tarde nos topamos con una ballena que saca a relucir su brillante lomo de vez en cuando sobre la superficie. Que aparece y desaparece describiendo arcos. Que sopla y resopla lanzando su spray junto a nosotros pero que pasa olímpicamente de tener el detalle de detenerse un momento para hacer buenas migas por lo que, tras más de una hora de jugar al ratón y el gato y de lanzarnos infructuosamente al Índico, entendemos su mensaje nítidamente y continuamos rumbo norte hasta avistar a otra que no solo nos pagaría con la misma moneda sino que al final se recochinearía dando un par de espectaculares saltos antes de decirnos adiós muy buenas para dejarnos tan sólo los finos restos de su piel esparcidos y flotando sobre la mar salada.

Todo parece apuntar a la dirección exacta donde se ubica con un punto negro el temido hogar donde reside el fracaso más absoluto. Mientras nos sirven un té de consolación, un señor calvo muy amable, que era nuestro guía, se me acerca paternalmente y me susurra, en su inglés chapurreado, que no tema, que tendré mi foto - No sé, no sé …

Dos horas ya se han volatilizado, con más avistamientos lejanos e incluso de delfines, y tan solo queda una para que la búsqueda concluya. Los dos motores de 150 caballos ahora braman impulsándonos hacia una punta cercana al pueblo Saint Gilles. A lo lejos se comienza a insinuar la presencia de varios barcos de avistamiento parados. Nada más llegar observamos a un grupo liderado por su guía, que aletea al frente de la formación portando su boya naranja. Están pegados a una gran ballena y a su ballenato que se encuentran parados y retozando junto a ellos. El corazón se me dispara al ver la escena, las reglas marcan que no puede haber más de un grupo en el agua y hay que esperar que nos cedan el turno, pero a riesgo de que la familia cetácea decida sumergirse y dejarnos con la miel en los labios y, lo que es peor, con una enorme espina clavada de esas que, quizás, jamás te puedas arrancar durante toda la vida …

La espera se hace eterna, taquicárdica y verdaderamente cruel. Miro al guía con insistencia esperando, bueno más bien implorando en silencio, que nos conceda permiso para saltar antes de que todo se desvanezca hasta que, finalmente, aun cuando el grupo que nos precedía no acababa de retirarse, comprensiblemente extasiados en la contemplación, termina por permitir que nos deslicemos suavemente por la borda de la zodiac para no espantar a la megaestrella acuática de 20 toneladas y a su pequeño ayudante. Tras formar la línea prevista y siguiendo al guía comenzamos nuestro avance ya, por fin, libres de la indeseada presencia de los malvados y pertinaces intrusos en nuestro horizonte cercano …

El gigante y su cría han estado largo tiempo interactuando con los humanos que nos precedieron y todos aleteamos con fuerza pero sin hacer ruido intuyendo que los segundos pueden ser preciosos. 20 metros, 10 metros … Pongo la cámara en posición. En superficie y con el movimiento provocado por ambos cetáceos y por mis propios compañeros no me resulta tan fácil estabilizarme como me resulta buceando. La luz del sol y el agua un tanto lechosa tampoco me dejan tener una visión clara de la pantalla para cuadrar el disparo. Es lo que hay. Con un ojo pendiente de la cámara y otro en el animal, cualidad camaleónica que tan solo los fotosub de corazón poseen y que el resto de buzos no alcanza a comprender, comienzo a tirar al tiempo que disfruto de la auténtica mole que tengo delante. Justo sobre su colosal cabeza, contemplo excitado al corpulento ballenato que flotando torpemente sobre ella se antoja minúsculo. Su madre lo impulsa delicadamente hacia la superficie, están en plena clase práctica de los vitales ejercicios respiratorios.

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Siento la felicidad hormiguear poderosamente por cada molécula de mi cuerpo y entro en tiempo izénico, ese en el que todo necesariamente debe discurrir con mayor lentitud de la habitual porque el suceso trascendental que estoy viviendo lo requiere. Ahora, también puedo ver a mi compañera, reina de la prudencia pero que en ocasiones sufre episodios de posesión como los de la niña de exorcista, grabando con su Gopro endemoniadamente pegada a la mismísima cola del soberbio animal tanto que se ve envuelta en el involuntario rebufo de un coletazo por lo que nuestro mondo y hábil guía se ve forzado a agarrarla y sacarla de la zona de peligro.

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Busco el frontal del coloso pero me evita girándose mientras retoza con su ballenato. De repente, el pequeño se gira obligándome a retroceder al venirse hacia mí junto con su mamá a la escasa distancia de una cuarta al tiempo que de reojo observo la desesperación del guía por verme prácticamente encima del animal. Probablemente, se le hubiesen puesto los pelos de punta de tenerlos y, seguramente, también me hubiese lanzado un dardo paralizante de haber llevado una cerbatana pero no lo hizo, afortunadamente su uso debe estar restringido por las autoridades marinas locales. Decido apostar por la prudencia y no poner más a prueba la paciencia del gigante así como los niveles de estrés del guía y me deleito paladeando los diez gloriosos minutos restantes de esta experiencia excelsa.

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Es hora de volver a la embarcación y dejar paso a otros. Al subir a la zodiac vemos como el número de ballenas y grupos sobre el agua se ha disparado ahora cuento una decena de ellas desperdigadas al alcance de mi vista. Aprovecho el paréntesis para felicitar efusivamente al esforzado guía por brindarnos la oportunidad de cristalizar un deseo que le explico que había esperado largo tiempo mientras viajaba por el gran globo y, de paso, le presento mis disculpas por haber traspasado las fronteras de la distancia acordada las cuales parece aceptar con amable y sincera resignación.

Escasos minutos después, iniciado el regreso, nos situamos de nuevo a una decena de metros de un ejemplar que nada con su ballenato aislado del resto de embarcaciones. El experimentado guía nos comunica que por su comportamiento le parece agresivo. Su suposición es confirmada instantes después por una embarcación que nos aborda por estribor. Son los vigilantes de la zona que vienen a informar de que, en efecto, se trata de un ejemplar problemático con el que hay que extremar las precauciones. El tiempo de la excursión se acaba, en realidad ya ha concluido, pero no puedo evitar la impertinencia de implorar que nos deje saltar por última vez a este guía con más paciencia que un santo y que, por ello, en el futuro algún pueblo de la isla bien podría terminar por llevar su nombre. Con el gesto torcido por las dudas, nos advierte del peligro, pero haciendo derroche de su infinita bondad acaba por decidir tirarse él solo primero para observar las reacciones de este imprevisible cetáceo. Tras llegar a su altura y permanecer un par de tensos minutos junto a él, nos hace la ansiada señal de adelante.

Nueva aproximación, esta vez muy lenta, bajo las insistentes señales manuales de precaución del guía hasta que la figura de la ballena comienza a develarse bajo el agua a escasos metros al frente. Al levantar la cabeza para ver mi posición respecto al resto excursionistas ya solo observo a mi pareja, los demás snorkeleros han llevado a la práctica con precisión suiza el antes citado refrán de Napoleón sobre la oportunidad de las retiradas y se encuentran admirando el espectáculo desde los seguros burladeros de la borda de la zodiac. Así que, siguiendo con lo nuestro, nos acercamos sigilosamente hacia la tremenda cola del animal al tiempo que siento como la mano del guía se posa sutílmente sobre mi hombro izquierdo tirándome delicadamente hacia atrás una y otra vez me retiene ayudándome a mantener la distancia. Así, como una marioneta dirigida por hilos aprovecho para lanzar algún disparo sintiendo fluir la adrenalina por estar más expuesto de la cuenta a la aleatoria respuesta del coloso. No mucho más tarde el dedicado profesional me indica que no es conveniente forzar más nuestra suerte y chocamos las manos en el agua al tiempo que de modo cómplice me aclara, con su inglés tipo indio, que entiende perfectamente mi inercia a aproximarme al gran bicho señalándome con su dedo la cúpula que aísla al gran angular de mí cámara. Es un miembro de la fraternidad, él también pertenece a la extravagante e indisciplinada especie fotosub …

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Dos días después, haciendo auténticos encajes de bolillos por internet, volvería a procurarnos hueco para dos con otro operador, Reunion Diving. En este caso portátil dado que bajo su bandera pirata desarrollaba su negocio desde una furgoneta, del tipo de la del Equipo A, aparcada en el puerto de Saint Gilles, totalmente atiborrada de material de buena calidad hasta el último de sus rincones. Ya en la pequeña zodiac, junto a otros tres jóvenes snorkeleros franceses, volvería a lanzar mi conjuro y de nuevo veríamos ballenas aunque en menor número y no de un modo tan intenso como el primer día. Otra vez nos situaríamos por encima de una mamá que permanecía inmóvil, como dibujada, a unos 12 metros de la superficie. Al detectarnos su ballenato instintivamente se oculta debajo de la barriga materna hasta que obligado, tal y como nos ocurre a nosotros por mamífera necesidad, se ve forzado a salir de su parapeto y ascender a respirar a la superficie. Segundos después de dirige en mi dirección y experimento la tensión que me provoca que la mole materna interprete esta involuntaria cercanía a su vástago como un acto hóstil, afortunadamente creo que ni se percató, estaría a sus cosas y su retoño pronto volvió a picar en busca de su mastodóntico seguro de vida …

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El guía de esta empresa no resultó ser tan dedicado y comprensivo y no nos dejaría prolongar el acercamiento tanto como el genial señor calvo como tampoco extendió generosamente el tiempo de la experiencia por cuanto, como pudimos comprobar a la vuelta, otro grupo esperaba en el puerto y había que hacer caja que la temporada es corta. Eso sí, además del acostumbrado té de los 90 minutos, tuvo el detalle de acompañarlo con un bollo de leche gigante que repartimos a grandes pellizcos como buenos hermanos rematándolo con un mejunje extraño compuesto por una especie de zumo de mango aliñado generosamente con ron local que contribuyó a facilitarnos otro tipo de felicidad distinta a la ballenera. Por lo que se ve el tolerante gremio snorkeliano si admite la ingesta alcohólica durante la práctica de la afición a diferencia del de los buzos mucho más espartanos respecto a esta cuestión del bebercio por aquello del nitrógeno.

Como no hay dos sin tres y mi grado de persistencia se sitúa varios pueblos más allá de considerable conseguiría plaza de nuevo el último día de nuestra estancia isleña ahora dentro de la agenda del centro Scubananas en Saint Leu. También absolutamente repleta como las del resto de la competencia durante la temporada de avistamiento de cetáceos que supone una auténtica mina de oro y que deseo siga bajo estricta programación y vigilancia para no acabar siendo un circo más de tantos.

Tras equiparnos, zarpar del pequeño puerto y lanzar el imprescindible, avergonzante sí, pero infalible conjuro, veríamos pasar una mañana inicialmente descorazonadora por la poca y fugaz actividad ballenera a pesar de los considerables esfuerzos del personal del centro por complacernos haciendo rugir los 300 caballos del motor cada vez que se avistaba en la lejanía algún ejemplar y, alternando, con pacientes esperas en aquellos lugares donde sabían que solían emerger además de con llamadas a otros barcos para obtener información fresca. Sería la jornada en la que recorreríamos más millas con diferencia afortunadamente sobre un mar tranquilo. Tras algunos conatos fallidos de acercamiento y una vez más al límite de las tres horas la fortuna, bien por magia bien por azar, vuelve a sonreírnos y al lanzarnos al agua dos adultos y un ballenato pasan lentamente a nuestro lado exhibiendo una de ellas su rotundo corpachón cerca de la superficie junto a la cría y la otra mostrándose más cauta a unos 15 metros de profundidad. Algo más atrás del trío también rasga la superficie otra pareja de gigantes para darnos el adiós definitivo de esta singular e intensísima vivencia.

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Serían tres salidas exitosas para alcanzar el privilegio de aletear junto a estas sobrecogedoras criaturas en su medio y en absoluta libertad. Un tesoro más que añadir a los archivos de mi base de datos cerebral no solo por su fascinante contemplación … también por la percepción de un raro destello, el del incierto intercambio de sensaciones cetáceo-hombre rana nacido de una mirada fugaz. La mantenida a dos palmos del ojo de la primera de las ballenas que me llevó a un dulce estado de sosiego que se iría amargando al recordar el daño vergonzoso que nuestra virulenta raza no cesa cobardemente de infligirles.

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Nota.- Aquí dejo este destino para el que se lo plantee como visita o extensión y en cuanto me sea posible subiré también el video que acompaña a esta crónica a mi blog: https://izenkai.wordpress.com/2018/09/1 ... -ballenas/

Espero que os sea de utilidad ... :chin: :chin: :chin:
Última edición por Izen el 03/Feb/2020, 10:59, editado 3 veces en total.
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Re: REUNIÓN (FRANCIA): Tres mañanas en la escuela de Ballena

#2 Mensaje por Nachingo »

Me encantan, tuvo que ser una experiencia alucinante.
Enhorabuena por las fotos.
:ok1: :ok1:

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Izen
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Re: REUNIÓN (FRANCIA): Tres mañanas en la escuela de Ballena

#3 Mensaje por Izen »

Nachingo escribió:Me encantan, tuvo que ser una experiencia alucinante.
Enhorabuena por las fotos.
:ok1: :ok1:
Gracias Nachingo, la experiencia es sencillamente brutal desde el momento que sales a buscarlas hasta que finalmente te lanzas al agua para encontrarte pegado a ellas y a sus ballenatos. Es una visión verdaderamente extraordinaria y muchísimo más intensa que el mero avistamiento en superficie ... :chin:
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Re: ISLA REUNIÓN: Tres mañanas en la escuela de Ballenas

#4 Mensaje por dmartincastro »

Ostras que pasada... no lo había visto antes... y
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Ultimo post (23/02/18): Redundancia en buceo recreativo

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Re: ISLA REUNIÓN: Tres mañanas en la escuela de Ballenas

#5 Mensaje por alapues »

Hoy que por fin he tenido un rato para leer tu - por otra parte, como siempre - magnífica crónica, no puedo menos que felicitarte, ante todo por la experiencia, pero sin duda también por las fotos y tu forma de contarla!

Espero con ansiedad otros capítulos de vuestro viaje.... Y de otros futuros incluyendo el que tenemos en común! :ok1:

:chin: :chin: :chin:
Sea Shepherd, defendiendo la vida marina por todo el mundo. Únete.
¡POR LOS OCÉANOS!

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Re: ISLA REUNIÓN: Tres mañanas en la escuela de Ballenas

#6 Mensaje por Izen »

alapues escribió:Hoy que por fin he tenido un rato para leer tu - por otra parte, como siempre - magnífica crónica, no puedo menos que felicitarte, ante todo por la experiencia, pero sin duda también por las fotos y tu forma de contarla!

Espero con ansiedad otros capítulos de vuestro viaje.... Y de otros futuros incluyendo el que tenemos en común! :ok1:

:chin: :chin: :chin:
Gracias alapues, la experiencia, sin duda, ha sido espectacular, intenté hacerla con botella pero me comentaron que no estaba permitido y que, además, las ballenas se solían ir al fondo al ver las burbujas ... :ok2: :ok2: :ok2:

Ya van quedando 6 meses para el viajazo de Tubbataha del 31-03 al 06-04 en el magnífico barco que hemos pillado para esta ocasión, a ver si recuperamos esas 2 plazas que se han caído con un par de forer@s y buen@s buz@s y que barbain ya ha puesto a disposición de los miembros del foro en el apartado de viajes organizados por foreros: http://www.forobuceo.com/phpBB3/viewtop ... 9&t=150880 ... :chin: :chin: :chin:
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chuspi
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Re: ISLA REUNIÓN: Tres mañanas en la escuela de Ballenas

#7 Mensaje por chuspi »

Fabulosa crónica. ¡Enhorabuena!
Jesús Pinilla
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Cómo echo de menos las Canarias. :'(

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Re: ISLA REUNIÓN: Tres mañanas en la escuela de Ballenas

#8 Mensaje por Izen »

chuspi escribió:Fabulosa crónica. ¡Enhorabuena!
Muchas gracias chuspi ... :ok2: :ok2: :ok2:
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