CARBONERAS: Expedición "Jineta".

Para contarles a los demás las experiencias en nuestras inmersiones o en nuestras reuniones en tierra.
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Zona de inMersión
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CARBONERAS: Expedición "Jineta".

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EXPEDICIÓN JINETA. CARBONERAS Del 17 al 19 de OCTUBRE de 2014

Como se parece el buceo a una ducha: te da pereza entrar, luego no quieres salir, y ocurre como mucho un par de veces al mes
24/10/2014

Tenemos por delante muchos kilómetros, con la Scubamovil completa, la flor y nata de la caterva Scubagueto en ruta, una coordinación que parece imposible con tres grupos de buceadores, nuevas adquisiciones y una escapada que me recuerda a esas fiestas de pueblo dónde lo importante no es divertirse sino sobrevivir. Con todos estos alicientes, lo normal, sería esperar un poco a que las conjunciones astrales hiciesen su trabajo y alguien sufriera una lamentable pérdida de dignidad, hiciera algo tan gracioso como ver a un perro pequeño arrastrar el culete por la alfombra y nos proporcionase un nombre revelador a la escapada. Sin embargo, a Isabel (número uno), que al parecer, ha venido más exaltada que una luchadora guatemalteca, le ha venido una revelación y ya ha puesto el nombre a la expedición. Como últimamente es más peligrosa que Eduardo manos tijeras poniendo lentillas, no es cuestión de oponerse, no sea que me empiece a dedicar collejas de dos en dos hasta que salga impar, me pierda el cariño y me borre del Facebook.


Una escapada de las nuestras es una alteración emocional que dura un fin de semana, se repite varias veces al año, se pasa con aire, aire enriquecido, mojitos o cerveza y mejora con el sentido del humor. La preparación de cualquiera de estas “expediciones” es como ir a ligar a una discoteca, pasas semanas preparándolo todo para luego centrarte en la salida. Y esta preparación viene de mucho tiempo atrás, desde que conocíamos que el número de buceadores superaría los veinte y necesitaríamos hacer turnos. Tendría que ser gracioso vernos a los tres (Raúl, Sonia y yo) moviendo rotuladores de colores con papelitos encima por un plano de Carboneras dibujado en una de las pizarras y mirándonos con cara de paisaje con fuente cada vez que la hora de terminar la última inmersión se nos marchaba más allá de las tres y media. Una luz nos iluminó cuando Manu, el que tiene el pelo como la raíz de una cebolleta, nos confirmó el número de botellas disponibles y la velocidad a la que podían cargarlas. Eso, nos abrió nuevas líneas de investigación y pudimos optimizar los papelillos y los rotuladores consiguiendo reducir el tiempo en una hora y media.


Lo que viene ahora es sencillo, hay que ajustar horarios, repartir equipos, ir acoplando gente según su horario de salida y, esperar a que llegue el viernes para iniciar la escapada. A primera hora de la mañana, Juan Cano ya lleva varias horas en carretera y en Zona de Inmersión ya tenemos las bolsas de buceo tiradas por la tienda. Uno de los primeros en llegar es Antonio, que aparca su máquina (Antonio Machín) junto al de Bea y al de Luis, que viene con maleta de ropa de serie. Miriam, la becaria, y Juan Antonio llegan en taxi. Junto con Sonia, son los que vendrán en la Scuba. Una vez hecho el cubiqueitor –no veas como te aumentan los instintos homicidas cuando cierras el portón de la Scubamovil y alguien te dice que se ha olvidado algo en su mochila- la furgona abandona el soleado Carabanchel por la A4 con destino a -mira tú por donde, qué casualidad- la Jineta, lugar donde hemos pensado hacer la primera parada para comer algo a la brasa. Bien recibidos desde aquel incidente con Célio, Lourdes nos atiende con celeridad y colmándonos de atenciones en forma de extremidades porcinas cristalizadas al aceite de Andújar por aquello de hacer más llevadera su jornada laboral con nuestro sentido del humor, que es más corrosivo que la baba de un alíen. Mientras esperamos que las brasas den sentido al chismarro, discutimos sobre cómo tiene que ser una tortilla de patatas, verificando que, en el mundo, hay dos tipos de personas, los que saben que la tortilla de patatas se hace con cebolla y los que no tienen ni puta idea de la vida. De modo que, Miriam, aplícate el cuento, porque, si bien has alcanzado el pleno conocimiento de lo que es un limpiaparabrisas, eso de “tortilla a la francesa”… veamos, como te lo explico… seguro que el tipo que inventó en fonógrafo no pensaba en que alguna vez serviría para escuchar reguetón, ¿lo pillas?.


Bueno, sigamos.


Tras garantizar una óptima materia prima para futuros truños, volvemos a una furgoneta que ya va impregnada de “extracto de cachondina” que no sé lo que es, pero que seguro que es responsable de comentarios como ese de Alma que, literalmente dijo “como estoy casada no me lo tengo que tragar”…


Una vez superamos Albacete y nos dirigimos a Murcia, hay una zona poco amena que invita al sueño, así, Luis, que cuando quiere es más terrorífico que ver a los Mojinos Escozios hacer el anuncio de las burbujas Freixenet, tiene oportunidad de hacer un par de fotos de la somnolienta concurrencia que pasaremos a publicar convenientemente rectificadas tras una sesión de Photoshop. Por cierto, que, quizás por el descenso de la velocidad, por la carajilla post-siesta o por la abundancia de cabelleras de dorado natural a bordo, pudimos contemplar en todo su esplendor la silueta de la Giralda de Sevilla recortada en el cielo de Murcia. Con esas dotes de orientación, me imagino que, eso de que te pongan “mirando para Cuenca”…


Unos kilómetros más adelante, hacemos la segunda parada de la tarde, en una cafetería que tiene un mostrador lleno de bollos a los que es muy complicado resistirse. Una terraza muy agradable frecuentada por gatos y por un perrito que, a juzgar por el color de su pelaje, bien pudiera ser utilizado para quitar la grasa de los autobuses. Este “pit stop” es aprovechado para coordinar la inminente nocturna, fijando los horarios y el número de scubaguetos que ya andan supurando ansiamasá y babeando a chorro porque la noche se está quedando de auténtico lujo. Y, cuando digo lujo, me refiero a que, al entrar en Carboneras el mar está completamente en calma. He visto nuestra piscina más agitada. Sinceramente, sería un delito no aprovechar esta primera noche.


Como hemos llegado con tiempo, descargamos equipos en el centro y dejamos preparado todo. Como mañana andaremos justos de tiempo, hemos recomendado, en lugar de, simplemente, dejar las bolsas, aprovechar y sacar los equipos, dejarlos colgados (incluso montados) y así arañar unos minutos al reloj. Luego, nos vamos al hotel, a coger las habitaciones y fijar los horarios de las reposiciones con Diego. Por supuesto, el clima, más que agradable, nos invita a sentarnos en la terraza del “Felipe” a saborear un par de Alhambras y las tapas –que no nos falte dená- que las suelen acompañar.


No podemos continuar sin agradecer a la familia “Felipe” ya sea el “tío” o el “don” el trato que siempre nos deparan. En un lugar donde los camareros siempre andan más agobiados que estar en un váter sin pestillo, tienen siempre una pausa para atendernos y una disposición para el detalle digna de mención, sobre todo Diego, que trabaja más que el de la funeraria de Juego de Tronos y que parece no tener horario para darnos de cenar, en especial, en noches como la de hoy, que posiblemente lleguemos tarde.


Tras el “pinchito” y la cervecita llega la hora de caminar hasta el centro y preparar la inmersión. Al final, como mucha gente no ha llegado a tiempo, en el barco sólo vamos siete Scubaguetos, incluido el tipo ese de pelo canoso que no recuerdo como se llama, pero que tiene un aire transcendental, profundo y metafísico como una frase de Kierkegaard, y que, definitivamente no sé si al final vino o no. Bueno, no importa, la cosa es que cuando todos los gatos se volvieron pardos, arrancamos la barca blanca y pusimos proa a las corvinas. El mar apenas se movía y las únicas olas que veíamos eran las que producía el casco de nuestra barca. Con un “cero absoluto” en la escala De Castro para mareos y vomiteras llegamos a nuestro destino y fondeamos donde siempre, por aquello de buscar la innovación.



Con rapidez, coordinación y celeridad (parece mentira que yo esté escribiendo esto) entramos al agua, descendemos, y luego ascendemos para subir a buscar a Miriam y a Bea que no sé qué hacen arriba. Por fin, bajamos todos y con un gesto me libro de una buena parte de la concurrencia quedándome con las dos chicas mientras que Luis, Antonio, Juan Antonio y el “rarito” se van por otro lado. Nada más llegar al “escalón”, primera sorpresa de la noche, en forma de ciprea meciéndose en los brazos de una pequeña gorgonia roja Un poco más adelante, una chicharra parece tan intrigada por la luz de nuestro foco que permanece quieta, mostrando por unos instantes sus aletas de color neón brillante. Luego, de camino, nos topamos con el caballito de mar, ese que Gaby no es capaz de encontrar y que parece sentirse atraído por nosotros, ya que, no ha faltado a ninguna de nuestras citas. Como tampoco falta al pasar lista Alicia, que mueve sus tentáculos y alarga el cuerpo de una forma coordinada, como una bailarina, pero bailarina de esas que ni se frotan ni perrean, vamos, ¿de las que llevan la falda subida como si fueran a hacerse pis en cualquier momento?... pues de esa clase de bailarina.



Las morenas andan serpenteando entre las algas y las corvinas escapan ante la luz de los focos. Por cierto, que, Luis, está probando mejoras en su rayo de la muerte para nocturnas, y nos ha comentado las baterías de su linterna duran según su autonomía, así que, si, supongamos que son de Madrid, ¿cuánto es eso en minutos?. Lo que si podemos asegurar es que tras sesenta y siete minutos que llevamos buceando ascendemos en medio de una bioluminiscencia fascinante acompañados por muy buenas sensaciones. Regresamos a puerto y dejamos los equipos listos para la mañana siguiente. Por hoy, hemos terminado, tenemos que volver al restaurante y reunirnos con el resto de la gente, que ya andarán cenando.


Al llegar, veo que, Diego ha tenido que acomodarnos en dos mesas, ya que, somos tantos (treinta y uno) que en el local no hay sitio para montar una mesa tan larga. Otra contingencia a la que tuvimos que hacer frente es a la coordinación de los grupos de buceo, teniendo que recurrir a las denominaciones premiadas en el 2012 para diferenciarlos. Por cierto, aprovechamos para informar que, en 2015, se celebrará el 2º concurso mundial de denominaciones de grupos de buceo y que contará con importantes premios, alguno de ellos podría ser en metálico. En medio de todo el desbarajuste anda mi querida esposa berreando la composición de los grupos, consiguiendo que todos la atiendan. La verdad, no me sorprende la disciplina impuesta, seguramente, todos los que piensan que ponerle a un huracán nombre de mujer es machista, no han visto a Sonia en modo operativo “aquí mando yo”.


Llevamos muchos días tratando de ajustar los grupos para que todos disfruten, igualar niveles, los de curso, parejas, compañeros. Queremos que todos tengan su inmersión, la mejor. Nacho, que es un especialista en masajes de la zona perineal (vamos que es un toca pelotas) me critica por no hacer votaciones... bueno, recordar que votando hemos mandado a Chiquilicuatre a eurovisión, de modo que, sigo confiando en el sistema pito, pito, gorgorito.


Básicamente, la composición de los grupos será la siguiente: El grupo de los Abrazabordas estará formado, básicamente, por la élite. Contaremos con Bea, Jesús, Rubén (Que a estas alturas, entre avanzado y rescate anda soportando más presión que la báscula de Falete), Villa, Nacho, Raúl C y Fernando B. Este grupo estará liderado por mí, que últimamente con el traje de buceo estoy tan bueno que hay mujeres que llegan a inundar sus enaguas con los efluvios del querer.


En el grupo de los Meatrajes, liderado por Sonia, una gran aficionada a la equitación con aves de corral, es decir, que, en cuanto puede, me monta un pollo, estarán: Miriam (Que es como un cocodrilo, siempre la verás tumbada al sol y con hambre), Alma, Maribel Victoria, Jero, Luis (Es ese tipo que no cree que haya asesinos en serie, porque, electrodinámicamente, sería mejor en paralelo), Juan e Isabel: Número uno que últimamente tiene más peligro que bautizar a un Gremlim


Por último, a los potabarcos los guiará -es un decir- Raúl, en quien tengo plena confianza porque se leyó "los pilares de la tierra" en dos horas (fueron sólo cinco palabras, pero no estuvo nada mal), grupo compuesto por Fernando F, Juan C, Antonio (que no estoy diciendo que sea algo hipocondriaco, pero se hace un análisis de VIH siempre que termina de ver callejeros), Mario, Juan H, Carlos y Juan Antonio.


En tierra, se quedan Eva, Esther y Nuria tuteladas por Irene y Juan, que ya tienen muchas tablas en esto de las escapadas y que cuentan con la inestimable ayuda de Pablo, que ya veo que está bastante integrado por las miradas de complicidad que intercambia con los otros dos. Puede que haya alguien que piense que una escapada de buceo no es un lugar adecuado para un niño, pero, Jasmine tenía una relación con un perroflauta llamado Aladín, Pinocho era un mentiroso, Blanca nieves vivía con 7 hombres mayores que ella, Tarzán andaba por ahí sin ropa, colgado y con el mono, bella practicaba la zoofilia y cenicienta se escapó de casa para ir a una fiesta... y, ahora, ¿pensáis que es mejor que se queden viendo películas Disney?


La cosa es que, tras la cena, todos nos vamos a dormir bien por haber disfrutado de una excelente nocturna, bien por haber llegado tarde, bien por estar ligeramente resfriado o bien por ejercer de Español y haberse quedado arreglando el mundo mientras hablas de muchas cosas, porque, un Español con una cerveza en la mano lo sabe todo de todo y punto, eso es lo que hay.


La mañana me resulta más desconcertante que ver un gitano en una autoescuela. Son casi las ocho de la madrugada y aún es de noche. Antes de bajar me miro en el espejo y me doy cuenta de que tengo las legañas del tamaño de bocabits. Bajo por las escaleras murmurando pestes sobre el cambio de horario hasta que llego a la cafetería. Allí, la gente trata de saludarme, pero como todos tienen el mismo sueño que yo, empiezan a bostezar tratando de decir algo que suena como el dialecto de Mordor. El colacao calentito que me sirve Diego (que está en todo) ayuda a mantener activas las constantes vitales y sirve como combustible para recorrer la distancia que separa la cafetería del centro de buceo. Justo debajo del punto “G” nos están esperando Manu y Gabi, con todo listo y, como estoy “casualmente” en el grupo de élite la cosa de equiparse y cargar el barco anda ligerita. Nosotros iremos en el barco rojo, patroneado por Jesús y bautizado como “la regular” por su ritmo lento y cadencioso. Al ser los primeros decidimos el punto de inmersión, pero, viendo lo tranquilo que está el mar, está claro que fondearemos en Las Corvinas. Antes de iniciar la inmersión, tras acordar con los alumnos de rescate que aprovecharíamos las inmersiones de hoy para bucear dejando el para mañana las de curso, cumplo mi promesa de dedicar la primera de las buceadas a Silvia, que no ha podido acompañarnos porque la dieron por detrás en el coche (así, como suena) y según creo ya tiene el alta para seguir atendiendo a jovencitas chonis que tienen el clítoris más mordisqueado que el lapicero de un colegial o poligoneras que han tenido dentro más hombres que el caballo de Troya.


Entro al agua y espero a que mis compañeros de inmersión se equipen. La verdad, no entiendo tanta preocupación con los latiguillos, las descompresiones, o la boya deco cuando todo el mundo sabe que para bucear lo único que hace falta es una cerveza fría y una mente sucia. Por fin, descendemos en un agua que nos regala una impresionante visibilidad y una temperatura más cercana al verano que al invierno. Recorremos la lengua de arena hasta llegar al escalón, y allí, ya nos esperan las corvinas en formación cerrada. Pese a ser bastante más esquivas (y pequeñas) que las de Columbretes cuando se perfilan en el azul sobre la poseidonea forman una imagen muy bella, difícil de olvidar. Mientras que Nacho, Villa, Jesús y el otro señor continúan por las grietas, Rubén, Bea y yo atravesamos la pradera encontrándonos un cardumen de bogas que andan liadas con los espet…inos. Nos esperamos y disfrutamos de las evoluciones de estos perciformes cruzando el azul produciendo destellos plateados semejantes a los rayos en una tormenta. Por debajo, medregales y dent…inos no pasan por alto la oportunidad y se aprovechan del desconcierto. Continuamos nuestro camino hasta llegar al final de la meseta, que forma una oquedad donde siempre hay montones de nudibránquios, sobre todo, crátenas y flavelinas. No muy lejos de nosotros, un par de hurtas de gran tamaño se dirigen atraídas por el frenesí alimenticio a la zona que acabamos de abandonar, y, junto a ellas, un par de medregales. Giramos y exploramos las grietas que suelen esconder congrios, morenas y murio…niños. Empujados por una suave corriente, llegamos hasta el ancla, donde nos cruzamos con el grupo de Sonia, que vienen de subidón, como Paquirrín en un after, porque han visto al caballito de mar. Finalmente, exploramos las cuevecitas de las corvinas (las del norte y las del sur) antes de llegar al fondeo y ascender. Por aquello de controlar cómo van los demás grupos, yo, me quedo un ratito más buceando, bueno, por eso y porque, al llevar un quince litros voy sobradete de aire y voy a gozar más que un puerco en una alberca.


Han sido ochenta y tres minutos lo que he estado bajo el agua, y subo, más que nada, para reunirme con mis compañeros abrazabordas que ya andan a equipo cambiado hidratándose y nutriéndose, como tiene que ser. La segunda inmersión la haremos en lo que viene a ser la totalidad del cráter. De momento, nos agenciamos la barca blanca, denominada “legionaria” por su caminar resuelto y su alta cadencia de revoluciones. Tiramos el ancla justo enfrente del sifón que hay sobre el arco, como estaba previsto y, en muy poquito tiempo ya estamos sumergidos de nuevo, con la pared a nuestra derecha, sorteando la red que hay enganchada a la roca, que significa que hay alguien que la prohibición de pescar en un espacio protegido se la pasa por el arco del triunfo y dirigiéndonos al motor, buscando el enorme cardumen de salmonete real que habita entre sus hierros y alguna morena o congrio que suele refugiarse aquí. No es extraño encontrar muchos nudibránquios, no en el motor, sino en el mástil del ancla que hay enterrado al lado. Tras una cuidadosa inspección, seguimos por la pared de las gorgonias, que está pletórica, hasta entrar por el arco grande al cráter, saludar a Felipe y salir buscando de nuevo el sifón. La parada de descompresión tras más ochenta minutos de inmersión la dedicaré a tratar de sacar alguna buena toma de las medusas que andan revoloteando por aquí.


Cuando llego al centro y miro el reloj, sinceramente, alucino. Son las dos en punto y ya estamos todos fuera del agua con dos inmersiones a cuestas y casi listos para regresar al hotel a comer. Algunos tienen tiempo de sobra como para pedir algo en el bar de al lado y esperar a que les sirvan las tapas. La verdad es que todo ha salido muy bien, la coordinación ha sido perfecta y la organización excelente. Al final va a tener razón mi amigo el yonki cuando dice que todo es ponerse.


Hacer ejercicio tras aletear más de una hora contra corriente y luego cebarte a comer todo lo que te pone Diego en el plato tiende a equilibrar el karma, lo que viene a ser el gym y el ñam. Tras una pantagruélica comida, el acto supremo de compañerismo es ceder la última porción de un flan de queso, lo último en repostería y construcción de tabiques. No me pido ni el cafelito de después de la comida (yo no fumo) porque no quiero que nadie me distraiga de mi siesta, una siesta de esas que me despertaré por el ruido que harán los médicos brindando por haberme sacado del coma. Cuando bajo ya están todos los que harán nocturna listos y dispuestos. Bea se lo está pensando y Mirian no está por la labor. A las dos, nada sospechosas de contagio por el virus del mermeamasao, les pesa lo pasado por la mañana y un futuro de rescate, pero, me acompañan al centro. Puedo presumir de pasear junto a dos cuerpos que han sido diseñados para el pecado, concretamente, la gula y la pereza.

Una cosilla, avisando, que el que avisa no es traidor, que otro nuevo concurso que pondremos en marcha será el de “Pa´mi Miri tú sí que vales" y los que os llaméis Yonatan, Kevin o Charli, no sepáis quien es Gary Moore, desconozcáis lo que es un limpiaparabrisas y encima no sepáis bucear quedáis excluidos desde ya.


La sorpresa de la noche es que, número uno a la que trataremos como a una princesa (seguimos faltos de pasta y en Almería hace tiempo que se extinguieron los mamuts), se ha dignado en acompañarnos. Aunque nos hemos visto obligados a dejar los protocolos F.L.O.R.O -¿qué carajo es Floro?- para más adelante es la única chica que se ha atrevido con la nocturna, todo un detalle, y, por supuesto que trataremos que disfrute al máximo de una noche que ya empieza a recoger el vientecillo que anunciaban los del güingurú. Sin problemas, fondeamos y sin dudar saltamos al agua. La primera parte de la inmersión la empleo en repasar un poco la lengua de arena en busca de tembladeras, peces rata o serpientes de arena. Luego, cuando nos quedamos casi sólos, avanzamos a buscar el caballito (ausente) y luego buscamos gambas y cangrejos entre las grietas. En las anémonas se esconden cangrejos peludos y alguna periclímenes tan pequeña que no pude enfocarla bien. Sorprendemos a una sepia de caza, mientras nos sorprende con sus cambios de color aprovecha para dar caza a un pequeño pez, regalándonos otro momento único. Casi al final de la inmersión, sorprendemos, por fin, a la serpiente de arena y a una porcelana luciendo manto. La temperatura del agua (23º) sin bajar en ningún momento de los 21º nos permite prolongar la nocturna hasta más allá de los sesenta y cuatro minutos.


Tras volver a puerto, nos cambiamos y volvemos al bar de Diego con tanta hambre que nos comeríamos las cookies del ordenador. Un vistazo rápido me basta para darme cuenta que Jesús no ha bajado a cenar, al parecer, la digestión de las morcillas de la mañana se ha ido de madre y aún está en el baño, colaborando con la madre naturaleza. Que tras la cena haya caterva Scubagueto dispuesta a reclutarse en el comando mojito hace que me surjan las dudas, como cuando un compañero negro me pedía un lapicero color carne. Por un lado, me apetece cumplir con las tradiciones milenarias, por otro, ando más cansado que el mecánico de los Transformers y la mañana se presenta durilla. Decido descansar y dejar el mojito para celebrar otras cosas en otras situaciones, que ya tengo ganas.


Duermo de un tirón hasta que suena el despertador y entonces me pongo a acariciar sensualmente la pared hasta dar con el interruptor de la luz. Recojo todo y cuando bajo a desayunar bostezo de una forma tan intensa que llego a perder la audición. Por otro lado, tampoco me preocupa mucho, porque a estas horas las voces que me llegan son tan melódicas como los eructos de Chewbacca. Tras tomar un colacao desaparco la Scubamovil y me voy al centro, hoy, toca rescate.


Preparamos equipos y con la misma coordinación que el día anterior nos embarcamos en la “regular” y nos dirigimos a la pared de San Andrés que hoy, es uno de los sitios más protegidos de la Zona. El viento levanta pequeñas olas que no afectan a la visibilidad. Sin prisa pero sin pausa, empezamos los ejercicios de remolque, de rescate de buceador en –menos mal que no vino Mercedes- problemas, tanto en superficie como en inmersión, gestión del aire… en definitiva, lo que viene a ser un poco de buceo de ese de sudar, sobre todo Rubén, que acabó la mañana pidiendo clemencia. Un lanzamiento de boya deco de esos que empiezas a reírte hasta que aparece la tos, y entonces pasas a una lucha despiadada entre seguir respirando y continuar riendo, sirve para finalizar los ejercicios. Eso de tener tres grupos de buceo nos ha facilitado tiempo de sobra como para terminar todo en una inmersión y dejar la última para gozo, alivio y regocijo. Volvemos, por lo tanto, a puerto a comprobar que por el futbol hay bajas. Eso significa que en la segunda inmersión solo seremos dos grupos. Subimos de nuevo a “la Legionaria” y pedimos a Gabi que nos lleva a las Corvinas, dispuestos a perpetrar una caribeña.


Sin problemas llegamos y nada más saltar al agua ya comprobamos que la corriente nos será favorable, tanto que, Mirian y Bea se han despistado y han tenido que hacer un esfuercillo contracorriente por reunirse con nosotros. Una vez el grupo se ha completado, es cuestión de dejarse llevar y disfrutar de las vistas. En el azul, hurtas, dent…inos, espet…inos, corvinas se recortan en un azul que se va tiñendo de gris a medida que aumenta el oleaje. Pasamos junto al ala y el ancla donde suelen descansar nudibránquios y empezar con ese tramo de jara y sedal que antecede al cañón, justo antes del fondeo, donde, ¿verdad Miri?, llegamos muy justitos –por primera vez en la vida- de aire.


Entre risas y habiendo disfrutado de unas excelentes inmersiones, volvemos al puerto. En Carboneras solo nos queda ducharnos, vestirnos, recoger las titulaciones y tomar algo para mantener la gusilla entretenida hasta que lleguemos de nuevo a la Jineta. Mientras bebemos, compartimos anécdotas como las que se producen cuando dos compañeros de buceo no se entienden y como no tienen pizarra, empiezan con los gestos de rapero chungo, que siguen sin solucionar el tema de la comunicación, pero que aportan material suficiente para que ciertos cabrones capaces de correr en una mezquita disfrazados de jamón encuentren una fuente inagotable de chascarrillos. Si como dicen es cierto que la venganza es un plato que se sirve frío, me imagino que alguno de ellos terminará por cagar calippos.


Salimos de Carboneras para volver a entrar porque se nos han olvidado (ya las hemos recuperado, por cierto) las llaves de casa y el navegador en el hotel. Una espera que nos retrasará el momento del bocata al que falta Sonia que anda más cabreada que el potro de Vallecas cuando se queda sin metadona. Realmente, lo que nos queda por delante es resolver el cubiqueitor de coches del garaje y despedir a todos, que ya tengo ganas de perd…

Otra Scubacrónica de José Luís González.

Un saludo
Raúl :D

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